(Todas las fotos corresponden a imágenes de Gervasio Sánchez presentes en la exhibición).
Desde hace casi cuatro décadas, Afganistán es una referencia
para cualquier ciudadano informado del mundo, aunque es muy poco lo que
conocemos de este país. A partir de la invasión soviética de 1979, Afganistán
vive en estado de guerra. Su territorio fue un teatro de operaciones durante la
Guerra Fría y tras la retirada de la URSS en 1989, se han ido sucediendo
diversos enfrentamientos entre grupos muyahidines y talibanes. Las potencias
internacionales están presentes en el conflicto, y aunque las intervenciones
militares son de diferente calado y duración, debe seguir hablándose de
guerra, pese a que se quiera evitar esa palabra en las declaraciones políticas.
En consecuencia la sociedad vive en un clima de intensa violencia e
incertidumbre.
El fotógrafo Gervasio Sánchez y la periodista Mónica Bernabé,
quien ha vivido durante cinco años en Afganistan, nos ofrecen una exposición en
el Centro Conde Duque de Madrid, resultado de un trabajo exhaustivo . Nos acercan, de manera directa y sin rodeos, a la realidad de mujeres y niños
que, al ser los eslabones más débiles de la organización social, experimentan
en sus vidas un mayor grado de violencia.
Tanto las fotografías como los textos que las acompañan guían
al visitante para ir desentrañando una realidad que casi nunca plasman los
medios de comunicación generalistas. Y sobre todo, resulta impactante comprobar
que el destino de ese buen puñado de mujeres, debidamente identificadas,
constituye una pequeña muestra de una realidad más universal, a la que nos
conduce el trabajo de estos profesionales.
La alegría y el dispendio de las fiestas que se organizan con
motivo de las bodas nos recuerdan que en Afganistán el matrimonio es un acuerdo
entre familias, en el que la familia del novio debe pagar una cantidad elevada
por la mujer, de ahí que a partir de la unión, la misma familia del novio
considera a la mujer como una pieza de su propiedad. Asimismo, se dan los
matrimonios forzados y, aunque existe una ley que lo impide, las deficiencias
institucionales del país, por ejemplo la inexistencia de registros legales que
avalen la edad de las jóvenes, hacen inviable el cumplimiento de la ordenación
legal. La procreación y especialmente la
de hijos varones es la finalidad del matrimonio.
Afganistán cuenta con unos 30 millones de habitantes, siendo
la esperanza de vida 60 años, por lo que la franja de edad joven es la
predominante, y en consecuencia los nacimientos son muy elevados entre las
mujeres menores de 20 años. Este hecho junto a las deficiencias sanitarias
(baste señalar que existen 2,3 médicos por cada 10.000 habitantes) explican las
altas tasas de natalidad y, consecuentemente, las elevadas cifras de
desnutrición y mortalidad infantil. Por ejemplo, casi la mitad (41 por 100) de
los niños menores de 5 años sufren malnutrición crónica, y tanto los niños como
las mujeres presentan altos niveles de deficiencias vitamínicas y de minerales.

Además, tres cuartas partes de la población viven en zonas
rurales. La agricultura se convierte en el segundo sector en importancia
después de los servicios. La incertidumbre política y la convulsa situación
provocada por la guerra afectan directamente a la evolución económica generando
muy bajos niveles de crecimiento y provocando un aumento de la pobreza. Baste señalar, también aquí, que Afganistán tiene una de las tasas más bajas de acceso a la electricidad en el mundo. Sólo el 38 por 100 de la población tiene acceso a la red eléctrica; porcentaje que en zonas rurales es únicamente del 10 por 100 y que llega al 75 por 100 en las ciudades. Entre estos afortunados, casi todos en zonas urbanas, son comunes los cortes de suministros hasta el punto de que la población cuenta con generadores privados para subsanar esta deficiencia.
Este clima afecta de manera muy directa a las mujeres quienes
tienen mayores dificultades para acceder a la educación. Baste señalar que,
pese a las deficiencias de los datos, las estadísticas señalan que solo el 6
por 100 de las mujeres mayores de 25 años ha logrado la educación
secundaria; porcentaje que es 5 veces mayor para los hombres (30 por 100). Idénticos
resultados se obtienen si se miden los años de escolarización entre hombres
(5,1) y de mujeres (1,2). Por ello, tal como nos muestra la exposición, la
drogadicción (no podemos olvidar que Afganistán es el primer productor de opio
del mundo) o la muerte sean las salidas que encuentran las mujeres afganas para
superar la falta de independencia y sometimiento social.

Una ventana al optimismo se nos abre en la exposición cuando
se plantean los avances legales que, al menos formalmente, se han implantado
tras el final del régimen de los talibanes. En las últimas elecciones, el 27,6
por 100 de los representantes parlamentarios son mujeres, aunque sus fotos y
sus testimonios nos siguen narrando una realidad alejada de los dictados de la
ley, tanto por las dificultades intrínsecas de aplicar ésta, debido, entre
otras cosas, a la elevada corrupción del sistema judicial, como por las
restricciones que estas mujeres encuentran en el seno de sus propias familias,
al imponérseles tanto los matrimonios concertados que, por cierto, casi ninguna
cuestiona, como por las obligaciones de maternidad o autorización para acceder
al mercado laboral. Según los últimos datos, sólo un 16 por 100 de las mujeres
afganas participan en el mercado de trabajo, frente al 80 por 100 de los
hombres.
Un grupo de jóvenes, pertenecientes sobre todo a las élites y
clases medias altas urbanas luchan por superar la realidad de sus madres y
abuelas. Rompiendo las ataduras de las convenciones sociales y buscando un
modelo más acorde con lo que conocen de otros países, en la exposición se nos
brindan las fotografías y los testimonios de jóvenes que, aunque en minoría,
practican deportes tan alejados de lo que cabría esperar en ese entorno como el
futbol o el boxeo; otras buscan en el arte una expresión a sus inquietudes,
como la famosa grafitera Shamsia Hassani cuyos trabajos son conocidos entre los
expertos.
En suma, el recorrido por esta exposición no deja
indiferente a nadie. La belleza de las fotografías y el contenido didáctico de
la muestra golpea el alma del visitante y agita las conciencias. Una vez más,
el poder del arte trasciende las fronteras de la estética para servir de instrumento
de reflexión. Y, todo de manera gratuita. ¡Alta recompensa para el espectador !