sábado, 28 de noviembre de 2020

De aquellos barros, estos lodos: regreso al museo del Prado.

 

 

Desde finales de febrero de 2020 nada es igual. Después de tres meses de confinamiento, las salidas se me hicieron algo complicadas. El contagio aumenta y aquella libertad con la que acudía al museo se ha visto reducida. Como el drogadicto que necesita su dosis, así estaba yo; ansiaba volver al museo buscando esa paz que tantas veces he encontrado en sus salas. El peso de la profundidad de la crisis sanitaria y, por ende, de las enormes repercusiones económicas y sociales me acompañaban en mi última visita. Y, casi de manera automática, frente a las grandes obras de Velázquez, recordé la tesis del historiador J.H. Elliot quien, en su libro “La España Imperial. 1469-1716”, defiende que los cuadros del maestro constituyen el mejor documento para comprender la España de ayer.

Al hilo de esos planteamientos, pensé que, acaso, las huellas del pasado configuran las pisadas del presente. En la España de hoy el drama de la pandemia está haciendo resurgir, como las setas tras la lluvia, al menos, tres graves problemas que ya se arrastraban del pasado, pero que quedaban ocultos tras el telón de la aparente bonanza económica. Un desempleo que aumenta cada día, cuando las medidas restrictivas exigidas por el contagio han desinflado la actividad turística y retraído los niveles de inversión. Asimismo, un crecimiento de la deuda pública, consecuencia de las mayores necesidades financieras de un estado que, debe afrontar un mayor gasto sanitario y dar soporte a los ciudadanos golpeados por esta crisis. Y, si los asuntos económicos son importantes, no lo son menos los problemas de corte político institucional, entre los que citaré la organización territorial y la corrupción de las élites políticas y económicas. En efecto, tanto los problemas económicos como los institucionales y políticos no son nuevos, se venían gestando desde tiempo atrás, pero la pandemia ha provocado su estallido.

Frente a Marte, ese dios de la guerra abatido y, casi me aventuro a sostener que vencido, recordaba las palabras del historiador J.F. Elliot: “Felipe II no logró amalgamar los distintos reinos para configurar así un imperio en la práctica, legando a su hijo un país atrasado y alejado de proyectos técnicos y científicos”. Pensaba en la España de hoy, sin imperio, pero con 17 comunidades autónomas que difícilmente articulan un estado moderno. Cada una, armada de sus competencias, adopta unas decisiones independientes que no son más que la expresión nítida de sus poderes territoriales. Y, frente a esta división, el gobierno central, sin un proyecto de país e incapaz de implantar una dirección única, se mueve por puro tacticismo político. En esas aguas, agitadas por una estrategia política cortoplacista, se dilapidan recursos públicos y credibilidad institucional.

El profesor Elliot afirma: “El aparato burocrático que se generó para gobernar el extenso imperio, en la época de los Austrias, trajo consigo prácticas corruptas y un clientelismo que alejaban cualquier intento modernizador de la sociedad española del siglo XVI”. Cinco siglos después, el modelo estatal de organización autonómica ha supuesto un crecimiento sustancial de funcionarios y prácticas administrativas. De hecho, la burocracia española es una de las mayores de Europa y sigue siendo un lastre considerable para la competitividad del país.

En términos comparativos, y utilizando el Índice Global de Competitividad, publicado por el Foro Económico Mundial, España ocupa el puesto número 23 entre las 141 naciones analizadas. Esa posición es sustancialmente peor que la que le correspondería en términos de potencial económico, pues según el Fondo Monetario Internacional, España es la décimo tercera potencia económica en el mundo.

Entre las causas que explican esa distancia se encuentran factores de corte político-institucional, directamente relacionados con la actuación gubernamental o la carga burocrática existente en la vida económica. La tabla adjunta refleja esa afirmación.

Posición de España según componentes del Índice Global de Competividad (IGC)

 

Puesto de España sobre 141 países.

Mejor país en el mundo.

Competitividad Global

23

Singapur

Cargas burocráticas

114

Singapur

Incidencia de la corrupción

39

Dinamarca

Política económica largo plazo

121

Singapur

 

El profesor Elliot afirma que en la España Imperial la riqueza era la base única del rango y el poder. Y, de manera magistral Quevedo en su obra “El Buscón” lo dejaba claro: “Quien no hurta en este mundo no vive”.  En aquella España, el robo y el engaño fueron los principales mecanismos de progreso. El trabajo gozaba de escasa consideración (recuérdense los hidalgos en la literatura picaresca) y se ensalzaba el ocio como objetivo supremo, lo que evidenciaba el predominio de los valores aristocráticos. Con tales componentes, el progreso social se veía dificultado.

Varios siglos después, y dejando claro que la aspiración del hombre es elevar su rango, no parece que el camino de la cultura y del conocimiento sea la vía más transitada en la España actual. La meritocracia no es rentable y las clases dirigentes actuales tienen un elemento común: su mediocridad. La partidocracia se ha impuesto en todas las esferas institucionales. Si en el pasado, la consecución de la hidalguía era un objetivo codiciado por cuanto traía aparejada reputación social y ventajas asociadas, hoy resulta mucho más rápido hacerlo por la cercanía al poder o por la fama que ofrecen los medios de entretenimiento. Resulta desalentador comprobar que, aún en plena crisis sanitaria, los investigadores no constituyan referentes sociales, mientras que el país se conmociona ante las aventuras o desventuras de futbolistas, cantantes o participantes en programas televisivos.

Al contemplar Los Borrachos, la brutalidad y la estupidez de las miradas de esos hombres me golpearon. Aquella sociedad jerarquizada en la que el pueblo estaba condenado a la ignorancia encontraba en la bebida una válvula de escape. La corona, la iglesia y la aristocracia concentraban todo el poder y mientras se divertían y despilfarraban los escasos recursos de esa España imperial, la amplia clase popular vivía continuas hambrunas. No en vano, el hambre ha estado presente en la vida española hasta bien entrada la segunda parte del siglo XX.

Junto a esa obra pensaba que la crisis actual golpeará con mucha fuerza en la sociedad española. Una economía que tiene al turismo como su pilar central se está viendo muy afectada por la pandemia. Ahora se pondrá de manifiesto con total crudeza la falta de ramas económicas con mayor contenido tecnológico. Y, ese aspecto es inseparable del papel de la educación. Puede argumentarse que, en la España de hoy, la educación es universal, pero asistimos atónitos al intenso empeoramiento del sistema educativo con el impacto que, a medio y largo plazo, tendrá para el progreso social. Los líderes políticos, incapaces de salir de sus cálculos electoralistas, son incapaces de articular un sistema educativo válido para hacer frente a las exigencias de calidad que exigen las nuevas condiciones competitivas del sistema. Y, consecuentemente, la educación no está cumpliendo su papel como mecanismo de movilidad social que debería tener en una sociedad desarrollada.


Sostenía la historiadora Margaret McMillan en su libro Juegos Peligrosos: “La historia es un estanque, a veces benigno, a menudo virulento, que yace debajo del presente, dando forma silenciosamente a nuestras instituciones, nuestra manera de pensar, nuestros gustos y aversiones”. Y, con esta carga pesimista, convencida de que los lodos de hoy no son ajenos a los barros de ayer, respiré en los jardines de la Villa Medici en Roma.

 


miércoles, 4 de marzo de 2020

REFLEXIONES SOBRE AGRICULTURA EN EL PRADO




Las manifestaciones de los agricultores, de las que daban cuenta los medios de comunicación, ocupaban mi pensamiento cuando, la pasada semana, me dirigía al museo del Prado. De manera automática, cambié mis planes y me dediqué a disfrutar de las múltiples iconografIas de la Agricultura que exhibe la pinacoteca; un tema muy recurrente entre los artistas. Las obras seleccionadas para ilustrar esta reflexión comparten simbología (frutos, herramientas…), pero hay un elemento común: el trabajo del agricultor durante todo el año para que esa tierra, bendecida por la diosa Ceres de Goya, ofrezca los frutos que llenan el cuerno de la abundancia y que, en esencia, constituyen los alimentos del hombre.
La Agricultura. Francisco de Goya

Casi nadie (siempre hay algunos) discute la importancia de la agricultura para un país. Bien es cierto que, en los países desarrollados, cada vez es menos representativa. De hecho, según los datos del Instituto Nacional de Estadística, en el último trimestre del año 2019, la agricultura generó aproximadamente el 3 por 100 de la producción española y un 4 por 100 del empleo total.
Por lo tanto, ¿por qué es relevante la agricultura? En esencia, por ser la encargada de alimentar a su población y por ser la garante del medio ambiente, al tiempo que fija la población en el medio rural. Y, de inmediato surge la siguiente cuestión. Pero, si hoy día el comercio mundial nos ofrece la posibilidad de conseguir cualquier alimento desde los países más lejanos ¿No debíamos abandonar nuestros campos y comprar todo en los sitios que lo producen más barato? La respuesta inmediata es NO; no, por razones de estrategia geopolítica. Un país que depende de los suministros exteriores para alimentar a su población es muy vulnerable. Luego, si necesitamos a la agricultura, ¿por qué protestan los agricultores españoles?

La respuesta, aunque elemental, es clara: el valor de sus producciones resulta insuficiente para el pago de todos los insumos (los bienes y servicios que necesita para producirlos). Con los datos publicados por el Ministerio de Agricultura he calculado la Relación Real de Intercambio para los cereales y algunos insumos necesarios. Obviando el tecnicismo, los datos son elocuentes: el precio cobrado por los cereales no logra cubrir las compras de los productos necesarios para producirlos. Por ejemplo, en el año 2019, el precio de los insumos para producir cereal fueron todos superiores al precio que obtuvo el agricultor por la venta de su producto. Téngase en cuenta de que este sencillo ejemplo ha contemplado únicamente cuatro artículos, pero para cultivar cereales se necesitan abonos, fertilizantes, servicios financieros (bancos…), servicios de apoyo (fiscalidad, asesoría técnica…) y para todos ellos, la relación de precios sale desfavorable.

 Relación Real de Intercambio de los cereales.

2017
2018
2019
SEMILLAS
93,5
99,2
98,15
ELECTRICIDAD
85,7
89,3
92,7
CARBURANTES
101,4
99,9
92,3
MAQUINARÍA
97,20
102,4
96,9
(Fuente: Anuario 
Fuente: Anuario estadístico. MAPA.


El verano. Salvador Maella
Entonces ¿debe el gobierno fijar un precio y cerrar las fronteras al producto exterior? A las dos cuestiones la respuesta es NO. El precio debe fijarse en los mercados, con libre competencia y ahí radica una cuestión espinosa. Parte de los productos que llegan del exterior, a un precio menor, no lo hacen en condiciones de competencia. Las exigencias productivas/sanitarias para el productor español son más rígidas que para el competidor no comunitario; un ejemplo lo constituyen los requisitos de abonos y fitosanitarios, más estrictos en la normativa europea. Tampoco, los bajos salarios de países competidores son los causantes de este desequilibrio. La agricultura española tiene problemas que debe resolver con una profunda renovación del sector y no volviendo a las viejas demandas novecentistas de solicitar aranceles para el producto local.


A finales del siglo XIX se hizo famosa la frase de los cerealistas castellanos: “Agua, sol y guerra en Sebastopol”. La agricultura del siglo XXI tiene que competir apoyándose en otras ventajas comparativas que le permitan diferenciar su producto y llevarlo al mercado a precios más elevados.

El gobierno tiene que actuar y, no fijando los precios, sino en otros frentes. Por ejemplo, rompiendo el modelo oligopolista que existe en algunos suministros básicos para el agricultor. Un número reducido de empresas multinacionales son las suministradoras de abonos, herbicidas… y no sólo fijan los precios, sino que acuerdan retirar del mercado productos más baratos y obligan a la compra de sustitutos de mayor precio. También puede actuar frente a la actuación casi de oligopolio que forman las eléctricas. El agricultor que ha modernizado su explotación para contar con un regadío eficiente se encuentra que debe pagar un alto precio por la electricidad no sólo en los, aproximadamente cuatro meses en los que riega sus campos, sino a lo largo de todo el año, y ese coste de mantenimiento de la energía eléctrica es muy elevado. Además, en este punto, pocas oportunidades de elección tiene el agricultor; el mercado eléctrico tampoco es de competencia perfecta y las empresas suministradoras de este bien tienen alta capacidad negociadora.

Invierno. Jacopo Bassano.
También el gobierno tiene mucho que hacer en el tema de las ayudas PAC provenientes de Europa. No es sólo cuestión de recortes en la cantidad, sino de la distribución de éstas. 
¿Por qué se dan las ayudas a la superficie de la tierra y no a la producción? De esta manera no se están incentivando las mejoras en las explotaciones; el agricultor cobra lo mismo por hectárea cultivada independientemente del rendimiento obtenido. Así pues, no se está incentivando la innovación ni las mejoras y, por lo tanto, la eficiencia. Se trata de un sistema que privilegia al agricultor “rentista” frente al dinámico y arriesgado. Cierto que el anterior marco europeo contemplaba la producción y se llegó a la aberración de tirar los excedentes. Sin embargo, debe aprovecharse la nueva política agraria que se está diseñando para aprender de experiencias pasadas, centrándose en definir unas ayudas que configuren una agricultura eficiente en cada país y no una “captora pasiva de subvenciones”.

Las ayudas europeas a la agricultura deben ser objeto de debate abierto entre todos los implicados: instituciones, agricultores, expertos… La política agraria debe buscar la eficiencia, en las pequeñas y en las grandes explotaciones. Y, sobre todo, debe evitar que se generen rentas no vinculadas a la producción. Además, el reparto nacional y autonómico de las subvenciones agrarias se presta a una fácil demagogia y da lugar a corruptelas de todos conocidas. Así, la incorporación de jóvenes y mujeres en la agricultura es hoy el paradigma dominante; estos colectivos gozan de derechos agrarios (reconocimiento de subvención) en condiciones ventajosas. El control es insuficiente; las esposas de agricultores que jamás han conducido un tractor ni se han ocupado del campo, más que por su condición de cónyuges, disfrutan de estos beneficios que aumentan la renta familiar. Lo mismo sucede con los beneficios obtenidos para los jóvenes que, no siendo agricultores, son considerados como tales en la estadística y son perceptores de ayudas aunque se encuentren realizando su formación académica. Al no existir control riguroso sobre la utilización de las ayudas, se genera un importante desequilibrio en su reparto, fomentando la desigualdad entre los agricultores, por lo que la competencia se ve seriamente alterada. Y, aunque es un aspecto del que casi no se habla, existe un mercado paralelo en el que se negocian derechos agrarios (esenciales para el cobro de subvenciones) que modifica, de manera artificial, la estructura de rentas del sector.  ¿Por qué la administración pública permite este mercado especulativo?

Copa de las cuatro estaciones. Tesoro del Delfín.

Los bajos precios recibidos por el sector agrario frente a los precios que debe pagar son la manifestación de un problema de hondo calado. Todos los agentes implicados deben aceptar su parte de responsabilidad. El gobierno de turno, mediante el empleo del Boletín Oficial del Estado, no puede resolver por sí mismo esta compleja situación haciendo subir artificialmente los precios agrarios. En una hipotética mesa de negociación, el gobierno debe estar representado por varios ministros: agricultura, industria y comercio. Los agricultores deben adaptarse a las nuevas condiciones; la solución puede pasar por integrarse en cooperativas que logren transformar el producto inicial y llevarlo hasta el mercado. De esta manera se eliminarían eslabones de intermediarios y los beneficios alcanzarían al productor de materias primas. ¿Por qué no existen cooperativas agrarias potentes? El carácter individualista del agricultor no puede ser el único factor explicativo.

Y, por supuesto los consumidores finales. Cuando un comprador llega al mercado debe tener la posibilidad de elección: precio o calidad. Y, para ello, debe ser transparente la información a su alcance. Puede decidir comprar espárragos producidos en China o lentejas procedentes de Canadá que son más baratos, pero la información debe estar clara y no escondida (en algunos casos hay que hacer una tesis doctoral para encontrar la diferencia entre envasado y producido). Pero, ese consumidor debe percibir una diferencia clara para estar dispuesto a pagar un precio mayor por el producto nacional. En otras palabras, el agricultor español debe ir a competir en calidad y no en precio, porque nunca será competitivo toda vez que los costes en países menos desarrollados son menores.
En otras palabras, el problema de la agricultura en España no se resuelve con precios más altos o mayores subvenciones. La solución exige la participación de todos los agentes: agricultores, administraciones públicas, consumidores…  y expertos independientes. Desearía que la estrategia agraria en España pasara por reforzar el potencial negociador del agricultor que le permitiera reducir los intermediarios en la cadena de valor hasta el producto final. Mientras haya tantos eslabones desde el productor agrario hasta el consumidor, ambos son las partes más débiles de la cadena. Y, como nada es sencillo en el orden económico, también hay un problema de especulación mundial sobre las materias primas agrarias, pero ahí se abre otro melón…


NOTA: Casi 10 días después de publicar esta entrada, una crisis sanitaria ha obligado a decretar en nuestro país  el estado de alarma. Las fronteras, que parecían haberse abierto para siempre, comienzan a cerrarse  y los paradigmas globalización/libre comercio ya no parecen tan sólidos. El abastecimiento de la población es uno de los pilares básicos en esta situación de emergencia que se vive en España. En el mundo que se configurará después de esta debacle, de alcance mundial, la agricultura deberá adquirir un papel más importante en la vida económica del país, sin que ello evite la necesidad de reformas que este sector debe afrontar en España.


miércoles, 19 de febrero de 2020

EL PRADO Y LA LOTERÍA NACIONAL




Durante el pasado mes de diciembre, las salas del museo del Prado han acogido una exposición de capillas (décimos y billetes de Lotería Nacional sin el número impreso) decoradas con algunos de sus cuadros y que han sido donadas por la Sociedad Estatal de Loterías y Apuestas del Estado a los fondos de archivo. Resultaba interesante efectuar el breve recorrido donde podían admirarse 10 cuadros y su reproducción en los billetes de lotería. En la exposición se incluyeron tres series: La mujer en la pintura española de 1960; El niño en el arte español de 1972 y La pintura y la escultura española de 1993. Obviamente, a partir de 1960, año en el que comienzan a ilustrarse los billetes, son muchas más las obras maestras del Prado que han sido imagen de los billetes de lotería, especialmente en los grandes sorteos de Navidad y del Niño.

Marquesa de Montelo de Federico Madrazo.
Capilla del billete del sorteo II/1960, Serie Iª.
SERIE: La mujer en la pintura española.
La visita a tan interesante exposición despertó mi interés por el papel del juego en España. Los datos aquí expuestos se refieren al año 2018 y tal como se refleja en el cuadro 1, el juego tiene un papel económico relevante. La cantidad jugada fue de 32.000 millones de euros, aproximadamente el 2,5 por 100 del Producto Interior Bruto generado ese año.

Además, todas las actividades vinculadas con el juego emplean a unas 90.000 personas; la mayoría en el sector privado (casinos, bingos…) ya que en el juego público (Sociedad Estatal de Loterías y Apuestas del Estado y Organización Nacional de Ciegos Españoles) el empleo rondó los 38.000 trabajadores. Es interesante resaltar que más de la mitad del juego en España está en manos privadas (57 por 100), siendo las máquinas el eslabón más importante, puesto que el 27 por 100 del gasto total en juego se realiza en esos operadores.

Cuadro 1.- El juego en España. 2018


Juego Público
Juego Privado


SELAE
ONCE
PRESENCIAL
ON LINE
TOTAL
Cantidades jugadas (millones )
9.000
2.161
18.252
2.580
31.993
Juego real (millones )
3.223
1.033
4.857
724
9.837
Empleos
18.615
19.254
48.178
Sin datos
86.047
Juego real = Cantidades jugadas – premios.
SELAE = Sociedad Estatal Loterías y Apuestas del Estado.
Juego presencial es el efectuado en casinos, bingos, máquinas…



Por su parte, como se recoge en el cuadro 2, el operador público más relevante, Loterías y Apuestas del Estado, concentra un tercio del juego total realizado en España. Y, el producto estrella de la Lotería Nacional es el sorteo de Navidad, conocido popularmente como El Gordo. De hecho, más de la mitad del juego de Lotería Nacional corresponde a este sorteo, frente al 33 por 100 que representan los sorteos semanales o el 13 por 100 del sorteo de comienzos de enero, conocido como El Niño.


Cuadro 2.- Distribución porcentual del juego en España por operadores. 2018

Loterías y Apuestas del Estado
32,6
Organización Nacional de Ciegos
10,5
Total operadores públicos
43,1
Casinos
3,6
Bingos
6,0
Salones de juego
8,6
Máquinas
27,4
Juegos on line
7,3
Otras apuestas
3,6
Total operadores privados
56,5
Lotería de la Generalitat de Cataluña
0,3


El Gordo es el sorteo mayor de lotería en el mundo. Se trata de un acontecimiento de calado social y de ámbito nacional, en el que se implican casi las tres cuartas partes de la población residente en España y en el que participan, casi en idénticas proporciones, todas las clases sociales. De hecho, el 75 por 100 del grupo con mayor estatus económico juega a esta lotería, mientras que el porcentaje entre la población con los ingresos más bajos alcanza el 70 por 100. El gasto medio por habitante ronda los 70 euros. 


Francisco de Goya por Vicente López.
Capilla del billete del sorteo 84/93. Serie 9ª.
SERIE: La pintura y la escultura española.

Además, un gran número de clubes y asociaciones de todo tipo tienen en las comisiones cargadas sobre esta lotería su principal fuente de ingresos. Por ello, no es de extrañar que la publicidad de este sorteo sea una de las mayores campañas publicitarias del año y su impacto mediático, con un ritual que se repite cada año, alcance a toda la sociedad.



Como se muestra en el cuadro 3, el sorteo de Navidad representa más de la mitad de las ventas de la Sociedad Estatal de Loterías y Apuestas del Estado, seguido en importancia por los sorteos semanales del sábado y la lotería del Niño de larga tradición y con la que se cierra el período navideño, pues se celebra el día de Reyes, el 6 de enero. Estas loterías reparten el 60 por 100 de las cantidades jugadas en los premios, siendo El Niño y El Gordo las que destinan mayores proporciones del gasto jugado a premios.


Cuadro 3.- Ventas y Premios de la Lotería Nacional 2018 (millones de euros).


Ventas
Porcentaje
Premios
Porcentaje
El Gordo
2.819
54
2.045
73
El Niño
685
13
538
78
Sorteos semanales. Sábado
1.381
26
940
68
Sorteos semanales. Jueves
338
7
239
71
Total
5.224
100
3.124
60



Manuel Flores Calderón por Antonio María Esquivel.
Capilla del billete del sorteo II/1960, serie Iª
SERIE: El niño en el arte español.

El juego está muy presente en el entramado social. Además de las cantidades jugadas a través de los operadores públicos y de los privados, el juego tiene una larga tradición para financiar organizaciones asistenciales, cofradías y todo tipo de asociaciones, incluso ha llegado a convertirse en factor de atracción turística, como el Día de la Tabera en Briviesca (Burgos) o Las Caras de Calzada de Calatrava (Ciudad Real) por citar algunos ejemplos. 


Asimismo, en los últimos años se está extendiendo la costumbre de sortear grandes cestas con diferentes productos, asociadas a los números de la Lotería Nacional de Navidad, en establecimientos públicos como bares o restaurantes. Esta costumbre va creciendo de año en año y, en algunos casos, el valor del contenido de la cesta alcanza valores muy altos. La más antigua es la que lanzó un restaurante de Calamocha (Teruel) que, en las últimas ediciones, los productos superaron los 500.000 euros.

La importancia de los juegos locales radica en su honda implantación social y no tanto en las cantidades que se juegan o en los premios obtenidos. Se trata, esencialmente, de rifas que, con variantes muy locales, están vigentes en todo el país y conectadas a festividades religiosas. En la mayoría de los casos, los premios suelen ser animales (cerdos, corderos…). Por ejemplo, un pequeño pueblo segoviano, Consuegra de Murera, tiene registros desde finales del siglo XIX de la rifa del cordero de San Antonio que, con motivo de la fiesta local, se celebra cada año el 13 de junio. En la actualidad, se observa cierta renovación de muchos de los juegos locales que estaban en declive ante la decreciente importancia de la sociedad rural y, en muchos casos, este auge está vinculado con la búsqueda de factores de potenciación de las actividades turísticas.


Por todo lo anterior, aunque la cifra de 32.000 millones de euros se calcula a partir de las cantidades jugadas en los circuitos oficiales, en España el juego tiene una importancia superior, toda vez que no están contempladas la multiplicidad de juegos y apuestas locales que tienen lugar en casi todo el país. Si esta cifra se compara con los 14.000 millones de euros que se destinaron en nuestro país a la investigación y el desarrollo durante 2017, no parece exagerado sostener que los españoles confiamos más en el juego como factor de enriquecimiento y palanca de movilidad social que en el progreso derivado de un crecimiento económico sustentado en factores cualificados. La lotería y la búsqueda del empleo público parecen estar presentes en el sueño de los españoles para obtener una vida dichosa. ¡ Qué vivas siguen las obras de don Benito Pérez Galdós!