jueves, 30 de abril de 2015

Visita al museo Reina Sofía (II): el trauma de la Guerra Civil.



El pueblo español tiene un camino que conduce a una estrella
 
La mayoría de los visitantes del museo Reina Sofía, ávidos por entrar cuanto antes para disfrutar las obras allí contenidas, no dedicamos ni dos minutos a contemplar la escultura situada enfrente de la puerta del edificio Sabatini. Ella,  casi ignorada y deteriorándose día a día, encierra un momento muy significativo de la historia de España: la Guerra Civil.  Se trata de una réplica de la obra de Alberto Sánchez (1895-1962) titulada: El pueblo español tiene un camino que conduce a una estrella.
El gobierno de la República, a pesar de la situación de guerra, decidió participar en la Exposición Internacional de París de 1937. Con el objetivo de buscar apoyo internacional y de mostrar al mundo su política de modernización del país encargó el pabellón a los arquitectos Luis Lacasa y Josep Lluís Sert. El edificio de arquitectura racionalista se distribuía en torno a un gran patio y contenía un puñado de obras de alto valor artístico. Entre las más famosas estaba el Guernica de Pablo Picasso, el segador catalán con hoz de Joan Miró, la Montserrat de Julio González o la escultura que da título a este recorrido.
La  obra exhibida en París de Alberto Sánchez tenía 12 metros de altura y fue realizada en cemento y alquitrán; el original se perdió. Tanto la réplica de la entrada como la maqueta nos permiten admirar todo su potencial. La lucha por la vida parece tener sentido en esa forma de cactus en la que se incrustan los surcos de la tierra labrada. En su elevación hacia el cielo se transmite el empeño de resistir y sobrevivir a pesar de las adversas circunstancias. La verticalidad coronada por la estrella insufla la esperanza de un mañana mejor que compensará la lucha de hoy.  A la belleza y a la fuerza de esta pieza viene a sumarse la capacidad interpretativa del título.  En mi opinión, el autor hizo toda una declaración de principios que, aunque integrado en su compromiso político de militancia comunista, sigue teniendo validez universal. Los esfuerzos de cualquier sociedad adquieren sentido cuando son el preámbulo de un futuro más prometedor.
Todos los artistas que colaboraron con el gobierno republicano de España eran españoles, salvo el norteamericano Alexander Calder (1898-1976) que participó con la obra La fuente de mercurio.  No puede olvidarse que el deseo del ejecutivo era mostrar al mundo su actuación política exhibiendo los logros en materia social, especialmente la reducción del analfabetismo y la mejora en las condiciones de vida. Por ello, desde una consideración económica, la obra de A. Calder adquiere una importancia sustancial. El mercurio brotaba del centro del estanque y circulaba a través de las bandejas metálicas al tiempo que sus piezas móviles estaban coronadas por la palabra Almadén. Se trata de una alusión directa a los yacimientos de cinabrio y al complejo industrial para la obtención del mercurio existente en el municipio del mismo nombre en la provincia de Ciudad Real.
 
 
Las minas de Almadén eran explotadas desde la época romana. A lo largo de la historia se habían convertido en moneda de cambio para asegurar los capitales que necesitaba la Corona Española, experimentando su propiedad y explotación los vaivenes de las arcas públicas. Así, la presencia del capital extranjero fue una seña de identidad; los banqueros de Carlos V, los Fugger, en el Siglo XVI o la familia Rothschild en el Siglo XIX fueron algunos de los nombres extranjeros ligados al monopolio de este importante recurso.
 
Su importancia radicaba en la multiplicidad de usos del cinabrio, desde la obtención de plata en las tierras de América, hasta su empleo en la industria militar, básicamente en la fabricación de explosivos. A finales de los treinta la demanda del producto estaba subiendo y España poseía casi el monopolio de la producción, por ello, no es casual la elección de la obra exhibida en la Exposición Internacional. Se trataba de aprovechar el gran escaparate para mostrar al mundo el control de un mineral de importancia estratégica y sobre el que el Estado había recuperado los derechos de comercialización. La pieza adquirió tanto éxito entre los visitantes que, como cuenta Alexander Calder en sus memorias, un periodista norteamericano le denominó “Calderón de la Fuente”.
Resulta imprescindible tener presente el contexto previo de graves tensiones políticas y conflictividad social existente en la España los años anteriores a la guerra. La crisis de 1929 que tanto había afectado a las economías más avanzadas, terminó impactando en las variables económicas españolas. Por un lado, las exportaciones se frenaron y el capital extranjero, ante la incertidumbre que supuso el cambio de régimen del año 1931 dejó de invertir, llegando a producirse desinversiones importantes. Por otro, en el entorno interno el aumento del desempleo, agravado por la crisis de la minería asturiana, el descenso de la producción siderometalúrgica y la crisis de la construcción, venía a sumarse a la situación de subempleo agrario derivando todo ello en un creciente enfrentamiento social. La frustración de las expectativas despertadas por la llegada del gobierno republicano, los conflictos y las luchas políticas no ayudaron a resolver los graves problemas internos.
Asimismo, los tres años de enfrentamientos, con dos gobiernos funcionando en paralelo y ocupados en financiar la guerra, relegaron al olvido las actividades inversoras capaces de dinamizar la economía. Por ello, la guerra civil que vivió España significó un trauma, no sólo humano sino económico. Las pérdidas en el capital humano, tanto por las muertes como por el exilio, fueron muy elevadas; especialmente significativa fue la salida de personas de mayor nivel de formación. Además,  la destrucción de las infraestructuras y la consiguiente reducción de capital físico, agravada por la huida masiva de inversores extranjeros a lo largo de la década de los treinta, profundizaron la descapitalización de la economía. Todo ello supuso una caída brutal en las producciones agrarias e industriales.

El resultado de ese colapso económico fue el aumento de la distancia con los países europeos más avanzados  a los que el crecimiento de las décadas pasadas nos estaba aproximando. La renta media por habitante se desplomó. El aislamiento posterior a la guerra y la profunda depresión económica condujeron al desenganche del progreso, tanto económico como social, de la corriente modernizadora de las sociedades más desarrolladas. España queda aislada de las recuperaciones experimentadas por los países europeos, especialmente la que tuvo lugar después de la Segunda Guerra Mundial a través del Plan Marshall. El desplome económico fue de tal magnitud que la economía tardó más de veinte años en recuperarse, pero el trauma, tanto humano como social,  se dejó sentir durante varias generaciones. Por eso, aunque el  Guernica está considerado como la imagen de la devastación de la guerra civil y ha llegado a convertirse en icono universal de denuncia de la barbarie causada por cualquier guerra, considero que Mujer llorando de Pablo Picasso, con esas lágrimas amargas que  arrasan sus ojos y la angustia con la que muerde el pañuelo, constituye una imagen indiscutible del dolor, del desgarro y de la muerte; hilos de un velo que cubrió a la sociedad española durante tanto tiempo ¡
 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

 

miércoles, 15 de abril de 2015

Visita (I) al museo Reina Sofía de Madrid.

 
Las primeras décadas del Siglo XX: dos tertulias
 
 
La tertulia del café de Pombo. 1920. José Gutiérrez Solana (1886-1945)
 
 
Tertulia. 1929. Ángeles Santos (1910-2013)
Un paseo por las salas de la colección permanente del museo Reina Sofía de Madrid es una buena ocasión para reflexionar sobre algunos aspectos económicos y sociales que se dieron en España a lo largo del Siglo XX. Hoy he elegido dos cuadros, La tertulia del café de Pombo de José Gutiérrez Solana y  La tertulia de Ángeles Santos,  para repasar el proceso de crecimiento y modernización que tuvo lugar durante las tres primeras décadas del pasado siglo y el nuevo papel de la mujer en la sociedad.

A comienzos del siglo XX, España era un país atrasado en relación a otras economías europeas. La agricultura era el pilar económico y la sociedad era básicamente rural; menos del veinte por ciento de la población vivía en las ciudades. El crecimiento de sectores industriales (químicas, eléctricas, siderurgia, construcción de buques…) y en menor medida de ramas de servicios (banca, seguros…) durante las primeras décadas del siglo originó un aumento de la renta per cápita y una progresiva convergencia con países europeos. Si en 1900 la renta media española era el 40 por 100 de la británica, treinta años después era el 52 por 100. Las mejoras económicas fueron paralelas (de hecho, funcionan de manera circular) a dos elementos clave: los avances educativos y el aumento de la esperanza de vida. En el año 1900 la mitad de la población española no sabía ni leer ni escribir; en 1930 el analfabetismo era del 35 por 100. Asimismo, la reducción de la mortalidad como consecuencia de los progresos médicos, las mejoras en la dieta y en la higiene aumentaron la vida media de la población desde los 35 años de 1900 hasta los 50 años en 1930.

Este proceso industrializador originó la expansión de algunas ciudades, esencialmente Barcelona, Bilbao y Madrid donde comenzaron a incorporarse servicios propios de la vida moderna, como la electricidad, el gas, los tranvías eléctricos o los automóviles. Y, aunque en la España de estos años persistía una sociedad rural y atrasada, el proceso modernizador se hizo palpable en las ciudades, facilitando un “despertar cultural” de grandes proporciones. La fuerza de la Generación del 98 (Unamuno, Baroja…), los nuevos impulsos culturales de los años veinte, con la Generación del 14 (Ortega…) y la más conocida Generación del 27 hicieron de la cultura española de finales de la década de los años 20 una versión discreta de la modernidad europea.

Las obras seleccionadas permiten ilustrar algunos de los aspectos arriba destacados. Los dos cuadros comparten, además del título, la representación de una clase ilustrada de amplio recorrido en las ciudades. La identificación de los contertulios del café de Pombo permite afirmar que se trata de una reunión de un grupo de intelectuales y literatos (Ramón Gómez de la Serna, José Bergamín…) que tenía lugar en el café del mismo nombre situado en la calle Carretas de Madrid. Por su parte, las cuatro mujeres de la obra de Ángeles Santos, aunque desconocemos sus nombres, su aspecto físico y actitud permiten calificarlas como mujeres urbanas, cultas y modernas. De hecho, la lectura está presente en las dos obras. En el caso de la tertulia masculina el libro sobre el que se apoya Ramón Gómez de la Serna; en la femenina una mujer está ensimismada leyendo y otra tiene un papel en la mano, evidenciándose la adscripción de estas mujeres a esa élite cultural que crecía en el país.

Es interesante tener presente que durante los años veinte la mujer apareció en la escena artística como sujeto y no sólo como objeto. Mujeres como Ángeles Santos, Maruja Mallo, Rosario de Velasco o Remedios Varo, por citar las más conocidas, gozaron de reconocimiento artístico. Este hecho no tendrá continuidad y hay que esperar hasta finales de los años sesenta y comienzos de los setenta para que vuelvan a surgir mujeres con un papel destacado en el panorama artístico, por ejemplo  Amalia Avia o Carmen Laffón. Esta circunstancia está directamente relacionada con la ruptura en la trayectoria modernizadora provocada por la  Guerra Civil.

Al margen de las consideraciones estéticas, las dos obras presentan diferencias notables. Mientras la reunión del café de Pombo es exclusivamente masculina (aunque se sabe que en ocasiones asistían mujeres, por ejemplo la pintora Maruja Mallo) tiene lugar en un sitio público, la tertulia femenina se desarrolla en un interior privado, posiblemente una vivienda o un salón de alguna institución femenina. A este respecto conviene recordar que en 1915 se había creado la Residencia de Señoritas, una institución neurálgica para el progreso educativo y cultural de la mujer, similar a la Residencia de Estudiantes fundada cinco años antes para los hombres.

Por otra parte, mientras los hombres pintados por Gutiérrez Solana lucen una vestimenta muy convencional con traje, corbata y los sombreros posados en una de las sillas, las mujeres de Ángeles Santos ofrecen un aspecto mucho moderno: melena corta y suelta, labios y uñas pintados, ropa bastante ceñida que deja al descubierto brazos y piernas. No hay ningún vestigio de uso del sombrero y, en mi opinión este hecho se debe no solo a que están en un interior, sino a la adscripción de estas contertulias al denominado sinsombrerismo; movimiento emprendido por Maruja Mallo y Concha Méndez proponiendo el sencillo de gesto de salir a la calle sin sombrero y sin guantes como mecanismo de reivindicación de un nuevo papel de la mujer en la sociedad.

En los dos cuadros hay tabaco. En el bodegón de la tertulia de Pombo aparecen una pipa y una caja de cerillas, por cierto con el dibujo alusivo a la obra de Goya La Leocadia, evidenciando que los contertulios fuman y beben en público. Por su parte, una de las mujeres de la obra de Ángeles Santos está con un cigarrillo entre las manos, pero es preciso considerar que al estar en un espacio privado, ese cambio en las costumbres femeninas, aunque transgresor, queda todavía lejos de las miradas generales.

En suma, la España previa a la Guerra Civil estaba experimentando una importante transformación derivada del crecimiento económico. Esa modernización se evidencia con mayor claridad en un segmento de mujeres que se incorporan sin miedo a las modas imperantes en países más avanzados. De hecho, el sufragio universal se estaba generalizando en la década de los veinte en los países desarrollados (Australia 1902, Finlandia 1906, Estados Unidos 1920…) y en España se adopta en 1933. Dicho de otro modo, la indumentaria que lucen las contertulias en el cuadro de Ángeles Santos plasma su modernidad no sólo al vestir al modo de París (silueta recta, lucir piernas, brazos, escote…), sino sobre todo en su actitud independiente y de ruptura con la tradición que tan bien encarna la mujer reflejada en el espejo del cuadro del café de Pombo, vestida de negro, cubierta la cabeza por una especie de velo y acompañada de un hombre (en algunos lugares figura que se trataba de los dueños del café). Si bien es cierto que el proceso de modernización no alcanzaba a toda la sociedad, en el primer cuarto del siglo XX en España se fraguó una élite urbana con importante presencia femenina  que, en última instancia, contribuyó al progreso educativo y científico del país. La Guerra Civil quebró esta tendencia y, como veremos en los siguientes paseos por el museo, el coste fue muy elevado para el progreso y el avance de la sociedad española.

 

 

 

 

 

 


domingo, 5 de abril de 2015

RICE MEALS


A mi padre. In Memoriam.



La obra Rice meals del alemán Wolfgang Laib (Metzinger 1952) es una línea de 33 platos de latón con montoncitos de arroz en cada uno que realizó después de un viaje por Oriente. El autor, aunque cursó estudios de medicina, lleva dedicándose al arte desde los años setenta.  En el 2007 el museo Reina Sofía realizó una exposición con piezas representativas de su trayectoria creativa. Este artista, perteneciente a una familia que viajaba con frecuencia a la India, se interesó desde joven por la religión y el misticismo, encontrando en el arte un medio para expresar su visión del mundo. Trabaja con materiales poco comunes, como la cera de abejas, la leche, el polen o el arroz y sus obras tienen un carácter de ritual (montaje muy meticuloso o mantenimiento diario, por citar algún ejemplo) con una fuerte carga espiritual heredera de la filosofía y de la religión oriental.
La pieza exhibía sencillez, pero emanaba fuerza explicativa. El arroz es el alimento esencial en países orientales, donde se come en esos sencillos platillos de latón, pero además constituye una ofrenda común que los peregrinos dejan en los templos. Me cautivó de inmediato y decidí emplearla para mis fines didácticos. Durante dos cursos académicos fue la imagen que abría la lección correspondiente al sector agrario español. Hoy, traigo aquí, condensados, algunos argumentos que los alumnos iban desarrollando a partir de elementos o características de la pieza (Debo advertir que ya llevábamos varias semanas de clase y la sorpresa inicial por emplear obras de arte había pasado; únicamente los alumnos rezagados mostraban extrañeza).
·        La agricultura es la encargada de ofrecer alimentos a la población (arroz). La relevancia de la agricultura en el desarrollo de los pueblos es incuestionable. El profesor Carlo Cipolla afirmaba en los años setenta que en la historia del hombre han existido dos grandes revoluciones: la Revolución Neolítica y la Revolución Industrial. La primera, iniciada unos 8000 años antes de Cristo en Mesopotamia y China,  fue de carácter agrario. El hombre abandonó el nomadismo y en asentamientos permanentes inició la práctica de la agricultura y de la ganadería. La agricultura fue el sector más relevante de la totalidad de las sociedades hasta mediados del siglo dieciocho cuando, con la denominada Revolución Industrial, la industria se convierte en la rama económica dominante; proceso que se da primero en Inglaterra y luego en otros países.
·       El peso decreciente de la agricultura en el sistema económico (perspectiva visual: empequeñecimiento). A medida que las estructuras económicas de un país evolucionan la agricultura  pierde importancia. Por ejemplo en España en el año 1970 más del 30 por ciento del empleo estaba en las ramas agrarias; en el último año esta cifra no llega al 5 por ciento. Idéntica tendencia se observa en la generación de PIB (producto interior bruto. Indicador aproximado de la capacidad económica de un país).
·        La agricultura moderna y el sistema tradicional (producto único y consumo masivo de arroz en países menos desarrollados). Una agricultura tradicional ofrece escasa diversidad de productos y la demanda va dirigida, esencialmente, a la satisfacción de las necesidades básicas. Los últimos datos del mercado mundial de arroz revelan que en Asia (esencialmente China e India) se produce el 50 por 100  y se consume el  90 por 100 del total. En los países desarrollados, a medida que aumenta  el nivel de renta, el consumo de productos agrarios se va sofisticando y crece la diversidad de productos que llega al mercado. La modernización del sector agrario en España, aunque todavía inacabada, es ilustrativa en  este sentido. Por un lado, los españoles buscamos cada vez más artículos de origen agrario (variedades de frutas, verduras, carnes…) y se está consolidando un segmento de mercado que desea productos de mayor calidad, especialmente los de origen biológico. Para ello, los productores agrarios deben adaptarse a estos nuevos gustos y ampliar la variedad de productos cultivados.
·        El papel de la productividad  (reiteración del objeto). El empleo de nuevas tecnologías en el sector, bien sean mecánicas (tractores…) o químicas (abonos…) ha supuesto un aumento de las producciones agrarias destinadas no sólo al mercado interno sino a los mercados internacionales, esencialmente los países europeos. En España desde el año 1985 la productividad del sector se ha triplicado como consecuencia de la mayor utilización de tecnologías mecánicas. Como consecuencia de este proceso, la oferta agraria se va especializando y, en estos momentos, España tiene ventajas notables en algunas producciones, como frutas, cítricos, hortalizas…, pero necesita importar otros artículos, por ejemplo cereales. Por todo ello, los mercados internacionales resultan imprescindibles para la agricultura española.
·        Interconexión con el resto de los sectores económicos (los platillos conteniendo el arroz, el servicio asociado al transporte, seguros para la exposición …). La agricultura es demandante de productos procedentes de la industria (abonos, maquinaria…) y de los servicios (bancarios, aseguradoras…). Una agricultura eficiente y productiva es un impulso para el resto de los sectores. Y, por lo tanto, el sector agrario ha sido pilar central en el desarrollo y crecimiento de las economías. Uno de los problemas en los países atrasados es la baja productividad de la agricultura por cuanto dificulta que se generen las rentas necesarias para demandar productos industriales o servicios, careciendo de capacidad de arrastre para el resto de los sectores.
No quiero extender mucho esta entrada (hoy con aire de aula), aunque habiendo tenido la suerte de experimentar la dinámica generada en una clase cuando el potencial de los alumnos se pone en marcha, dejo dos notas añadidas. El trabajo creativo del artista era el hilo conductor para reflexionar sobre los retos de futuro del sector agrario en España (la nueva política agraria común, los desafíos ante la competencia de terceros países…), o la humildad del objeto identificada con la escasa repercusión mediática de la agricultura en España.
En suma, la agricultura es la encargada de ofrecer los alimentos a la población; función que se hace menos imprescindible a medida que los medios de transporte y comunicación son más baratos y reducen los costes de abastecimiento desde lugares lejanos. Sin embargo, cada día se hace más hincapié en la necesidad de una proximidad de la producción de alimentos al mercado, entre otras razones, para aumentar la calidad del producto que llega al consumidor sin necesidad de sufrir las alteraciones provocadas por viajes de miles de kilómetros; filosofía que subyace en el movimiento Slow Food. Por eso me sumo al lema adoptado por la cooperativa de agricultores y ganaderos de Guadalajara: “Sin agricultura y sin ganadería, nada”.