miércoles, 4 de marzo de 2020

REFLEXIONES SOBRE AGRICULTURA EN EL PRADO




Las manifestaciones de los agricultores, de las que daban cuenta los medios de comunicación, ocupaban mi pensamiento cuando, la pasada semana, me dirigía al museo del Prado. De manera automática, cambié mis planes y me dediqué a disfrutar de las múltiples iconografIas de la Agricultura que exhibe la pinacoteca; un tema muy recurrente entre los artistas. Las obras seleccionadas para ilustrar esta reflexión comparten simbología (frutos, herramientas…), pero hay un elemento común: el trabajo del agricultor durante todo el año para que esa tierra, bendecida por la diosa Ceres de Goya, ofrezca los frutos que llenan el cuerno de la abundancia y que, en esencia, constituyen los alimentos del hombre.
La Agricultura. Francisco de Goya

Casi nadie (siempre hay algunos) discute la importancia de la agricultura para un país. Bien es cierto que, en los países desarrollados, cada vez es menos representativa. De hecho, según los datos del Instituto Nacional de Estadística, en el último trimestre del año 2019, la agricultura generó aproximadamente el 3 por 100 de la producción española y un 4 por 100 del empleo total.
Por lo tanto, ¿por qué es relevante la agricultura? En esencia, por ser la encargada de alimentar a su población y por ser la garante del medio ambiente, al tiempo que fija la población en el medio rural. Y, de inmediato surge la siguiente cuestión. Pero, si hoy día el comercio mundial nos ofrece la posibilidad de conseguir cualquier alimento desde los países más lejanos ¿No debíamos abandonar nuestros campos y comprar todo en los sitios que lo producen más barato? La respuesta inmediata es NO; no, por razones de estrategia geopolítica. Un país que depende de los suministros exteriores para alimentar a su población es muy vulnerable. Luego, si necesitamos a la agricultura, ¿por qué protestan los agricultores españoles?

La respuesta, aunque elemental, es clara: el valor de sus producciones resulta insuficiente para el pago de todos los insumos (los bienes y servicios que necesita para producirlos). Con los datos publicados por el Ministerio de Agricultura he calculado la Relación Real de Intercambio para los cereales y algunos insumos necesarios. Obviando el tecnicismo, los datos son elocuentes: el precio cobrado por los cereales no logra cubrir las compras de los productos necesarios para producirlos. Por ejemplo, en el año 2019, el precio de los insumos para producir cereal fueron todos superiores al precio que obtuvo el agricultor por la venta de su producto. Téngase en cuenta de que este sencillo ejemplo ha contemplado únicamente cuatro artículos, pero para cultivar cereales se necesitan abonos, fertilizantes, servicios financieros (bancos…), servicios de apoyo (fiscalidad, asesoría técnica…) y para todos ellos, la relación de precios sale desfavorable.

 Relación Real de Intercambio de los cereales.

2017
2018
2019
SEMILLAS
93,5
99,2
98,15
ELECTRICIDAD
85,7
89,3
92,7
CARBURANTES
101,4
99,9
92,3
MAQUINARÍA
97,20
102,4
96,9
(Fuente: Anuario 
Fuente: Anuario estadístico. MAPA.


El verano. Salvador Maella
Entonces ¿debe el gobierno fijar un precio y cerrar las fronteras al producto exterior? A las dos cuestiones la respuesta es NO. El precio debe fijarse en los mercados, con libre competencia y ahí radica una cuestión espinosa. Parte de los productos que llegan del exterior, a un precio menor, no lo hacen en condiciones de competencia. Las exigencias productivas/sanitarias para el productor español son más rígidas que para el competidor no comunitario; un ejemplo lo constituyen los requisitos de abonos y fitosanitarios, más estrictos en la normativa europea. Tampoco, los bajos salarios de países competidores son los causantes de este desequilibrio. La agricultura española tiene problemas que debe resolver con una profunda renovación del sector y no volviendo a las viejas demandas novecentistas de solicitar aranceles para el producto local.


A finales del siglo XIX se hizo famosa la frase de los cerealistas castellanos: “Agua, sol y guerra en Sebastopol”. La agricultura del siglo XXI tiene que competir apoyándose en otras ventajas comparativas que le permitan diferenciar su producto y llevarlo al mercado a precios más elevados.

El gobierno tiene que actuar y, no fijando los precios, sino en otros frentes. Por ejemplo, rompiendo el modelo oligopolista que existe en algunos suministros básicos para el agricultor. Un número reducido de empresas multinacionales son las suministradoras de abonos, herbicidas… y no sólo fijan los precios, sino que acuerdan retirar del mercado productos más baratos y obligan a la compra de sustitutos de mayor precio. También puede actuar frente a la actuación casi de oligopolio que forman las eléctricas. El agricultor que ha modernizado su explotación para contar con un regadío eficiente se encuentra que debe pagar un alto precio por la electricidad no sólo en los, aproximadamente cuatro meses en los que riega sus campos, sino a lo largo de todo el año, y ese coste de mantenimiento de la energía eléctrica es muy elevado. Además, en este punto, pocas oportunidades de elección tiene el agricultor; el mercado eléctrico tampoco es de competencia perfecta y las empresas suministradoras de este bien tienen alta capacidad negociadora.

Invierno. Jacopo Bassano.
También el gobierno tiene mucho que hacer en el tema de las ayudas PAC provenientes de Europa. No es sólo cuestión de recortes en la cantidad, sino de la distribución de éstas. 
¿Por qué se dan las ayudas a la superficie de la tierra y no a la producción? De esta manera no se están incentivando las mejoras en las explotaciones; el agricultor cobra lo mismo por hectárea cultivada independientemente del rendimiento obtenido. Así pues, no se está incentivando la innovación ni las mejoras y, por lo tanto, la eficiencia. Se trata de un sistema que privilegia al agricultor “rentista” frente al dinámico y arriesgado. Cierto que el anterior marco europeo contemplaba la producción y se llegó a la aberración de tirar los excedentes. Sin embargo, debe aprovecharse la nueva política agraria que se está diseñando para aprender de experiencias pasadas, centrándose en definir unas ayudas que configuren una agricultura eficiente en cada país y no una “captora pasiva de subvenciones”.

Las ayudas europeas a la agricultura deben ser objeto de debate abierto entre todos los implicados: instituciones, agricultores, expertos… La política agraria debe buscar la eficiencia, en las pequeñas y en las grandes explotaciones. Y, sobre todo, debe evitar que se generen rentas no vinculadas a la producción. Además, el reparto nacional y autonómico de las subvenciones agrarias se presta a una fácil demagogia y da lugar a corruptelas de todos conocidas. Así, la incorporación de jóvenes y mujeres en la agricultura es hoy el paradigma dominante; estos colectivos gozan de derechos agrarios (reconocimiento de subvención) en condiciones ventajosas. El control es insuficiente; las esposas de agricultores que jamás han conducido un tractor ni se han ocupado del campo, más que por su condición de cónyuges, disfrutan de estos beneficios que aumentan la renta familiar. Lo mismo sucede con los beneficios obtenidos para los jóvenes que, no siendo agricultores, son considerados como tales en la estadística y son perceptores de ayudas aunque se encuentren realizando su formación académica. Al no existir control riguroso sobre la utilización de las ayudas, se genera un importante desequilibrio en su reparto, fomentando la desigualdad entre los agricultores, por lo que la competencia se ve seriamente alterada. Y, aunque es un aspecto del que casi no se habla, existe un mercado paralelo en el que se negocian derechos agrarios (esenciales para el cobro de subvenciones) que modifica, de manera artificial, la estructura de rentas del sector.  ¿Por qué la administración pública permite este mercado especulativo?

Copa de las cuatro estaciones. Tesoro del Delfín.

Los bajos precios recibidos por el sector agrario frente a los precios que debe pagar son la manifestación de un problema de hondo calado. Todos los agentes implicados deben aceptar su parte de responsabilidad. El gobierno de turno, mediante el empleo del Boletín Oficial del Estado, no puede resolver por sí mismo esta compleja situación haciendo subir artificialmente los precios agrarios. En una hipotética mesa de negociación, el gobierno debe estar representado por varios ministros: agricultura, industria y comercio. Los agricultores deben adaptarse a las nuevas condiciones; la solución puede pasar por integrarse en cooperativas que logren transformar el producto inicial y llevarlo hasta el mercado. De esta manera se eliminarían eslabones de intermediarios y los beneficios alcanzarían al productor de materias primas. ¿Por qué no existen cooperativas agrarias potentes? El carácter individualista del agricultor no puede ser el único factor explicativo.

Y, por supuesto los consumidores finales. Cuando un comprador llega al mercado debe tener la posibilidad de elección: precio o calidad. Y, para ello, debe ser transparente la información a su alcance. Puede decidir comprar espárragos producidos en China o lentejas procedentes de Canadá que son más baratos, pero la información debe estar clara y no escondida (en algunos casos hay que hacer una tesis doctoral para encontrar la diferencia entre envasado y producido). Pero, ese consumidor debe percibir una diferencia clara para estar dispuesto a pagar un precio mayor por el producto nacional. En otras palabras, el agricultor español debe ir a competir en calidad y no en precio, porque nunca será competitivo toda vez que los costes en países menos desarrollados son menores.
En otras palabras, el problema de la agricultura en España no se resuelve con precios más altos o mayores subvenciones. La solución exige la participación de todos los agentes: agricultores, administraciones públicas, consumidores…  y expertos independientes. Desearía que la estrategia agraria en España pasara por reforzar el potencial negociador del agricultor que le permitiera reducir los intermediarios en la cadena de valor hasta el producto final. Mientras haya tantos eslabones desde el productor agrario hasta el consumidor, ambos son las partes más débiles de la cadena. Y, como nada es sencillo en el orden económico, también hay un problema de especulación mundial sobre las materias primas agrarias, pero ahí se abre otro melón…


NOTA: Casi 10 días después de publicar esta entrada, una crisis sanitaria ha obligado a decretar en nuestro país  el estado de alarma. Las fronteras, que parecían haberse abierto para siempre, comienzan a cerrarse  y los paradigmas globalización/libre comercio ya no parecen tan sólidos. El abastecimiento de la población es uno de los pilares básicos en esta situación de emergencia que se vive en España. En el mundo que se configurará después de esta debacle, de alcance mundial, la agricultura deberá adquirir un papel más importante en la vida económica del país, sin que ello evite la necesidad de reformas que este sector debe afrontar en España.